· La Batalla de Zalaca (o Sagrajas) EPÍLOGO.
...de pronto apareció a lo lejos la caballería pesada de Alfonso. Venía galopando tres kilómetros y arrolló materialmente al ejército de Al-Mutamid. Llegó a la línea almorávide pero
no pudo deshacerla en el primer envite porque los caballos estaban agotados tras los tres kilómetros de desenfrenada carrera. Los caballeros cristianos, que veían la victoria al alcance de la
mano, intentaron rehacerse para dar la última y definitiva embestida, ya que tras ellos llegaría en breve el refuerzo de la segunda línea castellana: un ejército imparable de treinta mil
guerreros de a pie. En aquel momento tan crítico, las banderas de Yusuf, enfiladas, pincharon el cielo dando la orden de que la hora del ataque había llegado. La ayuda al contingente del príncipe
Al-Mutamid no debía demorarse ni un minuto más, pues éste, que resistía ya a duras penas, necesitaba urgentemente refuerzos. Cuando Alfonso estaba derrotando a la primera línea almorávide y
saboreaba el triunfo, un escalofriante miedo invadió los corazones de los caballeros castellanos. El Conde de Nájera, ayudante del Rey, señaló a éste la masa de los que creía eran demonios negros
que avanzaban hacia ellos en perfecta formación... Era la Guardia Negra de Yusuf, hombres duros del magreb, defensores de la Fe, que con el rostro tatuado y vestidos de despojos avanzaban al
ritmo infernal de los tambores. Los treinta mil guerreros de Alfonso, que oyeron aterrorizados aquel estruendoso retumbar de tambores, dejaron de correr y se detuvieron paralizados por el terror,
quedándose mirando al cielo creyendo que se les desplomaba sobre sus cabezas. Entre tanto, la caballería musulmana atacaba el campo enemigo, y sin detenerse al pillaje atacó por detrás a los
aterrorizados infantes de Alfonso. Tras un encuentro terrible entre ambos ejércitos, Alfonso intentó defender el destrozado campamento, pero con la perfecta formación de los almorávides y el
atronador sonido de los tambores haciendo temblar la tierra, el valor de sus caballeros, acostumbrados a la lucha individual, empezó a declinar. Providencial resultó la orden de Yusuf de mandar
entrar en combate a su guardia negra. Ésta, compuesta de cuatro mil guerreros armados con delgadas espadas y escudos de piel de hipopótamo, fue lanzada de refresco al combate y, abriéndose el
camino a su paso, atravesaron los aterrorizados guerreros de Alfonso y fueron directamente al encuentro de su Guardia Real. Mientras los tambores seguían sonando, las tropas del Rey fueron
deshechas y su ejército, el mayor que había existido, aniquilado. Al caer la noche el Rey pudo huir con a penas quinientos caballeros. Tras la batalla, se acercó a Yusuf un guerrero lleno de
heridas que, irreconocible por la sangre que le cubría y con un brazo roto, llegó ante él, se inclinó y le llamó “Emir- al Muslimin“; era la primera vez que Yusuf fue llamado “Príncipe de los
musulmanes”. El héroe cubierto de sangre que se inclinaba ante él era el príncipe Al- Mutamid de Sevilla. Al día siguiente se contaron los muertos enemigos; cerca de treinta mil hombres. Y en la
oración de la mañana, el almuecín agradeció a Allah la victoria lograda. Después, Yusuf hizo bordar en sus estandartes su emblema: “El reino y la grandeza proceden de Dios”. Luego, mandó
mensajeros a todas las tierras de al-Andalus y del Magreb comunicando la gran victoria.
· La Batalla de Uclés
Los almorávides conquistaron Valencia en 1102 consiguiendo una importante vía de penetración hacia el interior peninsular. Tras diversos ataques contra los condados catalanes decidieron
atacar el reino cristiano por su flanco este, eligiendo a Uclés como primer objetivo.
Este es un punto estratégico celtíbero posteriormente romanizado del que se conservan numerosas inscripciones latinas y que era llamado Pagus Oculensis, de ahí Uclés, en árabe Uqulis. Al
desaparecer Segóbriga, pasó la capitalidad de la kura (región) de Santaveria (Celtiberia) a Uclés, donde en 775 se sublevó contra Abd al-Rahman I, al-Fath b. Musa B. Di-l-Nun, de la que hizo su
capital y en la que levantó diversos edificios. Bajo la protección de Alfonso VI fue uno de los pocos emplazamientos que empezaron a desarrollarse.
El jefe almorávide Alí Ben Yusuf designó a su hermano Tamín, gobernador de Granada, como mando supremo del ejército. Partió en la primera decena de mayo de 1108 -última del Ramadán-
dirigiéndose a Jaén, donde se incorporaron las tropas de Córdoba mandadas por Ibn Abi Ranq. Siguieron por Baeza donde, entre la Roda y Chinchilla, se unieron el conquistador de Murcia y Aledo,
Abu Abd Allah Muhammad Aysa, y el de Valencia, Abd Allah b. Fátima, con el fin de que ninguna de las milicias se vieran aisladas en algún momento cuando se internaran en territorio enemigo.
El gran ejército avanzó, mal ordenado, indisciplinadamente, según era su costumbre y desprovistos de máquinas de guerra, abiertamente a través de la Meseta, saqueando y quemando los
pequeños asentamientos cristianos que encontraban a su paso. Tras veinte o veinticinco días de marcha llegan a Uclés, el miércoles 27 de mayo.
La última jornada fue galopante para sorprender, por la mañana, a sus moradores. Cruzaron el río Bedija, que nace de la fuente al-madina, sitiando la ciudad extendida por la falda este del
escarpado cerro orientado de norte a sur en que está enclavado el Espada almorávidecastillo, fortificado con puente levadizo y siete torres: Albarrana, de la Plata, Blanca, del Homenaje Viejo,
Homenaje Principal, del Pontido y del Palomar; estaba amurallado y contaba con seiscientas cincuenta almenas cuando se extendió con un segundo cerco, y seis puertas: Herrería, Alcantarilla, del
Agua, del Póstigo, Sicuendes y San Pedro. Los habitantes se quedaron estupefactos ante aquel inesperado ataque, poco pudieron hacer para evitar la destrucción de las partes bajas de las defensas
y evitar el asalto. Los atacantes hicieron prisioneros a los que no dio tiempo de refugiarse en la alcazaba, que no llegó a ser tomada. En el poblado hicieron estragos, asesinando, arrancando
árboles, derribando casas destruyendo la iglesia, sus cruces e ídolos, arrancaron las campanas sustituyéndolas por almuédanos. Saquearon y se hicieron mutuos regalos de prisioneros. Los mudéjares
del lugar recibieron a los asaltantes como libertadores descubriéndoles brechas y partes cerradas. El sol se ocultaba y los muslimes regresaron a su campamento disponiendo centinelas que
vigilasen sus extremos para evitar algún ataque por sorpresa. Durante el día siguiente, jueves 28, centraron sus esfuerzos en atacar la alcazaba ocasionando daños, pero sin lograr
asaltarla.
Informado Alfonso VI del movimiento de tropas enemigas y del cerco que habían impuesto al importante enclave de Uclés, reunió un ejército con las fuerzas que más rápidamente pudo disponer:
las propias de Toledo, las de Alcalá de Henares, Catalañazor y las mesnadas de los condes Garci-Fernández, Conde Gomecio, Martín Lainez, García de Cabra, Sancho -nieto del Cid- y Fernando
Díaz.
El viejo rey arrastraba una herida en la pierna sufrida en la batalla de Salatrices. No pudiendo entrar en campaña delega el mando del ejército en Alvar Fañez, sobrino del Cid y fundador,
entre otros, del Castillo de Huelves. Para darle viso de autoridad a la expedición toma una grave decisión: enviar a su hijo Sancho Alfonsez al frente.
Sancho era su único hijo varón, fruto de las relaciones amorosas con la joven y bella princesa Zaida. Desde el mismo momento de su nacimiento fue reconocido como heredero, designado a
reinar en los dominios cristianos a pesar de haber nacido fuera del matrimonio y de que su madre fuera mora. Su padre así lo quiso haciéndole figurar en los diplomas reales a partir de 1103
ostentando las denominaciones de "puer, regis filius, infans, regnum electus patrifactum y Toletani imperatoris filius". En el "quirógrafo de la moneda", que es el último diploma donde suscribe
el infante, aporta el dato de que su padre le había encomendado el gobierno de Toledo. Los cronistas dicen refiréndose a su edad que era "adhuc párvulo", que podía montar a caballo pero era
incapaz de defenderse, por lo que estaría en torno a los doce años. Al cuidado de este príncipe de doble sangre, está su ayo el conde de Nájera, García Ordóñez, a quien llaman Boqui tuerto y
también Crispín, a quien el rey le hizo el encargo especial de ser el directo responsable de su seguridad.
En Castilla y León había veintisiete nobles y diecisiete obispos, por tanto los ocho aristócratas reunidos por Alfonso VI suponían un quinto de los recursos militares del reino, con unos
efectivos entre caballeros, escuderos, mozos de caballos, encargados de las distintas remesas de provisiones y efectos y de los colonos del lugar reclutados de aproximadamente tres mil o tres mil
quinientos combatientes.
En la noche del jueves 28 al 29 de mayo, un joven musulmán desertor del ejército cristiano informa a los muslines dando todo tipo de pormenores del mismo. Tamín celebró consejo de guerra
con los gobernadores de Murcia y Valencia, Ibn A ysa e Ibn Fatima, y acordaron dar la batalla, pero antes aseguraron bien el campamento reforzando su guarda y sus defensas contra la guarnición de
la plaza, por si esta hacía una salida durante el encuentro.
Al rayar el alba, a punto de dar las 6 del viernes 29 de mayo, salieron los musulmanes al paso de los castellanos situándose a poca distancia de Uclés, al suroeste. Avanzaban los
cordobeses en vanguardia, las alas las formaban las tropas de Murcia y Valencia, y el centro o saqa va mandado por Tamín con los soldados granadinos.
Los almorávides, como los tuareg del Sáhara y de los confines de Nigeria, de donde procedían, cubrían el rostro con velos negros y atacaban al ritmo ensordecedor de tambores de piel de
hipopótamo, con banderas desplegadas, sembrando el terror entre sus enemigos. Además, contaban con saeteros que combatían en ordenadas filas paralelas. La táctica de masas compactas y
disciplinadas que actúan en concordancia era nueva para los cristianos, acostumbrados a los encuentros singulares. Los dos ejércitos estaban a la vista el uno del otro, frente a frente.
Alvar Fañez, sin más, ordenó atacar a la caballería seguida de los de a pie, arremetiendo de frente, en campo abierto, confiando la victoria a la gran fuerza de choque. No hubo misiones de
reconocimiento, no hubo planes preliminares, no hubo estrategias, no hubo escaramuzas, no hubo tanteos.
Los cristianos enlorigados descargaron toda su furia contra las tropas cordobesas, a que las derrotan pero no completamente. Estas son capaces de retroceder ordenadamente 1800 metros hacia el
este uniéndose a las huestes granadinas. Un forzudo jinete árabe avanzó desafiante. Le salió al encuentro otro campeón cristiano, manteniendo un encarnizado duelo. El castellano fue herido y
desarzonado de su montura.
Las alas murcianas y valencianas atacaron el campamento cristiano arrasándolo, poniendo en fuga a la solitaria infantería. Volvieron sobre sus pasos al grueso de la batalla, favorecidos
por su mayoría numérica, atacaron los laterales y la retaguardia, mientras los granadinos junto a los recompuestos cordobeses arremetían la vanguardia en una clara táctica envolvente que tantos
éxitos les había dado en otras refriegas, y que próntamente aprendió El Cid.
El desorden reinaba en las filas cristianas sin tiempo para defenderse por todos los frentes, incapaces de improvisar un plan de emergencia provocando la huida de una tropa auxiliar de
judíos. La situación se volvió dramática y los esfuerzos se centraron en salvar al hijo del rey. Dice D. Rodrigo, que copia y traduce la Primera Crónica General: "Como un enemigo hiriese
gravemente el caballo que montaba el infante Sancho, dijo este al Conde: 'Padre, padre, el caballo que monto ha sido herido'. A lo que el conde respondió: 'Aguarda, que también a ti te herirán
luego'. Y al punto cayó el caballo, y al caer con él el hijo del rey, descabalgó el conde y colocó entre su cuerpo y el escudo al infante, mientras la muerte se cebaba por todas partes. El conde,
como era muy buen caballero, defendí a al infante por una parte cubriéndolo con el escudo y por la otra con la espada, matando a cuantos moros podía; pero al fin le cortaron elpie y al no poder
tenerse, se dejó caer sobre el niño porque muriese él antes que el niño". Es esta una versión influida por un cantar de gesta o romance. Lo cierto es que las tropas cristianas sufrieron una
severísima derrota, en parte, por la firme decisión de los nobles de mantener su posición en torno al príncipe, siendo casi totalmente aniquilados. Tras una resistencia desesperada, los siete
condes, en su afán de proteger al infante Sancho, escaparon a galope tendido hacia el noroeste, al Castillo de Belinchón, a unos veinte kilómetros. Alvar Fañez, con un grupo regular de
caballeros, logró eludir el cerco dirigiéndose hacia el norte para preservar los cauces alto y medio del Tajo.
Pero el peligro no pasó. Los mudéjares de Belinchón aprovecharon la victoria almorávide para alzarse contra sus señores cristianos. Los nobles fueron sorprendidos por un ataque que no
había entrado en sus cálculos cuando estaban exhaustos tras la batalla. El príncipe, en vez de recibir protección y refugio en el Castillo, fue traidoramente asesinado junto a sus escoltas.
Según D. Rodrigo, Alfonso VI, al tener conocimiento de la muerte de su heredero exclamó en medio de suspiros: "¡Ay neu fillo!, alegría de mi corazón e lune dos meos ollos, solaz de niña
vellez,. ¡Ay neu espello en que yo me solia ver, e con que tomaba moy gran placer! Caballeros, ¿hu melo dejastes? Dadme mey fillo, condes".
La pérdida de la estratégica fortaleza de Uclés, la derrota de su ejército, tantos nobles desaparecidos y sobre todo la pérdida de su hijo, le supuso al rey y su corte un duro golpe del
que personalmente no se repondría Al año siguiente fallecía.
El Bedija se tiñó de rojo y el campo quedó sembrado de cadáveres. Los almorávides no hicieron prisioneros. Los que no pudieron huir y quedaron heridos fueron rematados. Les cortaron la
cabeza, sumando cerca de tres mil, y con ellas hicieron un macabro montículo desde el que los almuédanos llamaron a la oración pregonando la unidad de Alá, engrandeciéndolo por la victoria
habida.
Entre otros destacados, murió en la batalla el imán al-Yazuli. Hicieron un gran botín en caballos, mulas, armas, dinero y escudos que por ser excesivamente pesados les molestaba el
cargarlos.
Los de Uclés, sintiéndose a salvo, se mantuvieron en la fortaleza sin apoyar a sus correligionarios en el combate. Tamín, en vez de continuar el sitio del castillo, regresó apresuradamente
a Granada y dejó que los gobernadores de Murcia y Valencia acabasen de rendir la ciudadela. Al no disponer de máquinas de asedio y ante las dificultades que ofrecía aquel empinado risco con sus
formidables murallas, fingieron retirarse, pusieron celadas y, cuando los sitiados evacuaron la fortaleza y quisieron ponerse a salvo, los sorprendieron matando a unos y cautivando a otros.
A la rebelión de Belinchón y la toma de Uclés, siguieron la pérdida de Ocaña, Amasatrigo, Huete y Cuenca, lo que facilitó al emir Alí Ben Yusuf, dos años después, emprender una campaña que
finalizaría con la absorción de Zaragoza por el imperio almorávide. Como consecuencia de la derrota de Uclés y opinando que los baños enflaquecían a la gente guerrera, fueron vedados y
quitados.
Los musulmanes llamaron al lugar donde se celebró la batalla Siete Puercos. Más tarde, el comendador de Uclés, Pedro Franco, mudó el nombre por Siete Condes, vocablo que ha derivado en
Sicuendes. Con este nombre se levantó un pequeño poblado, hoy desaparecido, entre Tribaldos y Villarrubio, a unos seis kilómetros al Suroeste del castillo. También había una cruz de piedra a mil
pasos de la villa, con un crucifijo por un lado y la Virgen por otro. El paraje tiene un hito muy expresivo: La Defensa. El infante y los condes fueron enterrados en una capilla del Monasterio de
Sahagún.
No nos cuesta imaginar cual pudiera haber sido el futuro si la vida del joven Sancho no hubiera sido truncada a tan temprana edad: habría gobernado Portugal, quedando sus dos primos
hispano borgoñeses, Alfonso Enrique y Alfonso Raimúndez de señores territoriales bajo su imperio. La unidad de España se habría conseguido muchos años antes incluyendo la totalidad de la
península.